En
principio, puede considerarse el mejor caldo de cultivo para la democracia
realmente participativa. Por ello, cuando Cataluña por amplia mayoría ha
propuesto al Estado la consulta para decidir, la respuesta es tabú. Para
comprender esta negativa, considero conveniente un somero comentario reflexivo
sobre la historia que he vivido. A partir de la segunda república proclamada en
1931, se lograron importantes avances democráticos y sociales, por ello, para
frenarles, el salvaje capitalismo internacional, cortó en flor aquella Primavera democrática con el criminal golpe
de Estado franquista del 36, logrando la derrota de la república apoyado por el
nazismo alemán con su alta tecnología
aérea y por el potente ejército fascista italiano. Sin embargo, la URSS,
respetando la no injerencia, su ayuda fue escasa. De este modo, fue implantada
la terrorífica represión dictatorial del fascismo franquista, durante 40 años,
eliminando toda posibilidad democrática. Con la transición política -más bien
transacción mercantilista- acabada con la Constitución, se inició el periodo
neofascista, sustituyendo la anunciada democracia por la “corruptocracia”
plutócrata, porque dicha Constitución está contaminada, con la férrea dictadura
mercantilista y políticamente también,
por ser el proyecto continuista del franquismo, asegurando que todo quedaba bien atado (…) ¿Qué
democracia y justicia social esperar de una
monarquía impuesta y de un rey sin apoyo social, que para “consagrarse” -según
información del coronel republicano Martínez Inglés- utilizó el golpe de Estado
del 23 F? Así mismo, detalló la corrupción borbónica como se ha evidenciado con
su fortuna familiar, el caso Urdangarín, sus actuaciones reprobables etc.
Después de 35 años, estamos viviendo el desastroso resultado de la “ficticia”
Constitución. Para el crítico prestigioso magistrado Joaquín Navarro, sin
separación de poderes, ésta no existe y sin control sobre el ejecutivo, no hay
democracia. En ambos asuntos se constata su veracidad.
En toda
guerra civil existirán errores por ambas partes, pero en aquella, al margen de
los inevitables desmanes republicanos, hay que ser muy fanátic@s y
absolutistas, para culpar a la república en su lucha por la libertad, el
desarrollo humano, social etc. Aquella
tragedia, fruto de la salvaje ancestral cultura clasista del catolicismo
feudal, es difícil de comprender sin haberlo vivido, sintiéndonos privilegiad@s
por ello quienes podemos testificarlo y valorar la importancia de la cultura
democrática libertadora. Respecto al conflicto catalán, l@s constitucionalistas,
pierden toda digna credibilidad por defender aquel “papel mojado” cuyo
resultado, no cumplir ninguno de sus contenidos sociales básicos. De esta
forma, reducen su efectividad a la unidad del Estado, infravalorando sus
reconocidas nacionalidades, e ignorando todo derecho político internacional
–como señalé en mi anterior sobre Crimea el 16-4. Quedando aclarado, que el
Derecho Internacional general, no tiene ninguna prohibición contra las
declaraciones de independencia, lo cual puede generar un ambiente proclive a la
democracia participativa de base. Sin
predominar ésta sobre los mangoneos efectuados –salvo excepciones- por los
partidos al servicio oligárquico con su “tecno dictadura democrática” ¿Cómo
conseguir avances realmente democráticos pre revolucionaros anticapitalistas, sin plantear la
autodeterminación, para cuestionar
seriamente la legitimidad de la “corruptocracia”? Entiendo, que toda
independencia no acordada, debiera pasar por el tamiz reflexivo, valorando
aspectos humanos y sociopolíticos refrendados por amplias mayorías. Conseguida
la independencia de Cataluña y del País Vasco, se abriría un proceso
democratizador del sistema bunquerizado de lobbies militaristas, neofascistas, inspirado en la todavía utópica
auto determinación de otras comunidades
autonómicas. Las cuales, convertidas en pequeños estados fraternalmente
confederados, pudieran garantizar mínimos dignos de subsistencia a toda la
población. Esta política solidaria de cooperación alógena y exógena, es
factible en estados pequeños, en los que la sociedad civil “civilizada”
controle la soberanía económica, de la cual dependen todas las demás.
(En el
próximo, trataré del conflicto Vasco)
Paco Torre Soberón
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